Ayer por la mañana iba camino a unas reuniones y felizmente logré coger un asiento vacío en el bus. Lo malo fue que olvidé mis audífonos y,
cuando eso sucede, mi cabeza trabaja a mil y genera muchas ideas o se pone
analítica en algunos temas.
Y, ¿adivinan qué pasó esta vez? Pues ¡me puse
analítica!
Entonces, durante ese viaje, sin audífonos y mucho
tiempo libre, empecé a pensar en «qué hubiera pasado» si yo no hubiera tomado ciertas
decisiones “incorrectas” o, simplemente, si «hubiera» tomado decisiones
diferentes.
El famoso —y a veces odiado— «hubiera» se hizo presente.
Ese «hubiera» que hace tres años vengo intentando apartar de mi vocabulario y
que, francamente —y según lo que pienso—, no debería existir en el diccionario.
Las cosas suceden ¡y ya! Hay que pensar antes de
hacer, sí, pero, una vez que se hace, no hay marcha atrás. ¡No hay! El
tiempo no se puede retroceder, señores. Por lo tanto, ese «hubiera» está demás.
Siempre he creído y sigo creyendo firmemente que se
obtiene más aprendizaje de los desaciertos que de los aciertos. Por lo tanto,
no deberíamos querer cambiar nada de lo que ocurrió. Somos quienes somos
gracias a ese aprendizaje y sin él, jamás hubiésemos obtenido el equipaje de
sabiduría que hoy tenemos. (Porque ¡sí!, todos somos SABIOS desde nuestra
propia experiencia y cada cosa que hemos vivido nos permite compartir y
expandir la experiencia para generar más consciencia a mayor o menor escala.
Eso, sin duda.)
Sin embargo, ayer que el «hubiera» se apoderó de
mis pensamientos, le di rienda suelta y con él saltaron a mi mente varios temas
que, según yo, hubiera preferido o querido hacer de tal o cual manera en algún
momento de mi vida:
* Hubiera querido
ser bailarina de ballet pero, cuando eres niña, no toman muy en cuenta tus preferencias y,
lamentablemente, el ballet es un arte que se debe practicar desde muy pequeños.
(Aunque igual, nunca es TAN tarde para nada, ¿no?
¡Quién sabe!)
* Hubiera preferido
no casarme y, mejor, convivir hasta estar segura de la decisión. Convivir siempre
fue la idea que tuve en mente y hasta ahora no sé por qué cambié de opinión.
* Hubiera preferido
endeudarme en el año 2003 para adquirir mi cámara fotográfica que en el año 2014, que fue cuando
realmente lo hice. Pasaron once largos años para tomar la decisión de empezar
algo que anhelaba muchísimo, desde hace mucho tiempo: ser fotógrafa.
* Hubiera preferido
dedicarme al arte y hacer todo lo que me encantaba hacer desde niña, como dibujar, pintar,
hacer esculturas, practicar teatro, estudiar canto, baile ¡y más, más, más!
Todo lo que el arte conlleva y que siempre me apasionó (y apasiona hasta hoy).
* Hubiera preferido
hacer mis prácticas preprofesionales en el extranjero y, quizás así, el «bicho
viajero» me picaba antes y ya no volvía a mi país.
* Hubiera querido
entender las matemáticas y no tener que jalar el curso, todos los años, desde 4to de primaria.
(¡En serio lo hubiese querido, aunque mis amigas de colegio no crean esto cuando
lo lean!)
* Hubiera querido darle más propina a mi abuelo, a mi «papá», como yo lo llamaba. ¿Propina? ¡Sí!. Así como lo leen.
Mi abuelo cobraba su pensión y se la entregaba ¡TODA! a mi abuela. Ella administraba el dinero y le daba a él una pequeña parte pero, igual, siempre pedía propina. ¡Jajaja! Curioso, ¿no? Y, cuando yo ya trabajaba, a veces le daba algo pero me hubiera gustado haberle dado un poco más. A él le encantaba salir a todo tipo de compromisos y ahí, pues, la propina era bien gastada. (Todo lo que se invierta en diversión, vale.)
* Hubiera querido decirle a mi tío Mario que él era un héroe para mí. Él era un tipo «McGyver» que todo solucionaba y todo arreglaba porque todo lo sabía. Él generó una inmensa curiosidad en mí cuando viajó a Suiza, un país que me sonaba tan lejano e inalcanzable. Un país que voy a conocer porque lo escuché siempre de él muchas veces y voy a ir a recorrer las calles que él recorrió, porque siempre me lo contó. Hubiera querido también que él fuera mi padrino de bautizo pero, cuando niños, no decidimos.
* Hubiera querido decirle a mi tío Mario que él era un héroe para mí. Él era un tipo «McGyver» que todo solucionaba y todo arreglaba porque todo lo sabía. Él generó una inmensa curiosidad en mí cuando viajó a Suiza, un país que me sonaba tan lejano e inalcanzable. Un país que voy a conocer porque lo escuché siempre de él muchas veces y voy a ir a recorrer las calles que él recorrió, porque siempre me lo contó. Hubiera querido también que él fuera mi padrino de bautizo pero, cuando niños, no decidimos.
Y seguro que si no me tocaba ya bajarme del bus,
esta lista de «hubieras» se hubiera —valga la redundancia— convertido en un
rollo casi infinito.
Finalmente dejé mi viaje y empecé a caminar hacia
mi primera reunión. Y mientras llegaba a ella, y por el resto del día, me quedé
con la idea más que clara que NINGUNO de mis «HUBIERA» significan ni
significarán jamás un «ME ARREPIENTO». Todos son —y serán, porque vendrán
muchísimos más sin duda— simplemente el aprendizaje de que pude haber hecho
mejor o diferente algunas cosas. Y como la vida siempre da «segundos
tiempos», siempre habrá oportunidad para enmendar, ¿no?
Imagino que ustedes también tienen una lista de
«hubiera» casi infinita como la mía y si no la tienen en mente, en serio los
invito a hacerla. Es reconfortante. Es alucinante el poder de introspección que
un ejercicio tan simple como este puede darte. Es hasta terapéutico navegar en
el mar de emociones inesperadas que te genera, aunque algunas de ellas te
muevan un tanto más el corazón (siempre es bueno flotar en los que sentimos, de
cuando en cuando). Finalmente, como jugando, caes en un proceso de
autoaprendizaje que te hace levantarte con más claridad, con más brillo y hasta
más motivación para muchas cosas. (Sino, ¿cómo creen que tomé papel y lapicero
apenas llegué a casa y decidí volver a escribir en el blog después de
postergarlo por semanas, de semanas de semanas, de semanas casi eternas?)
Y, en la misma onda y como para no perder la
costumbre, ahora mismo que están ya leyendo esto, créanme que por mi mente hay
un nuevo «hubiera» latente, porque «hubiera» preferido empezar a escribir esta
reflexión a las 7 p.m. y no a las 11 p.m., para ahora mismo no andar cual zombie anhelando mi cama caliente.