miércoles, 9 de octubre de 2019

«Ámsterdam: cultura y belleza que dejan huella»

Luego de mi cumpleaños, en mayo, viajé a Europa por 16 días. Al retorno me propuse escribir todo lo vivido para compartirlo con ustedes y ¡miren lo que pasó! 
¡¿En qué momento dejé pasar cuatro meses para escribir lo que quería sobre mi viaje?! 
Sin duda, el tiempo no perdona.

En fin, la verdad es que sigo saboreando ese viaje y lo tengo tan presente que puedo decir que es como si lo compartiera en vivo y en directo. 

Quiero empezar ya a relatarlo y, para hacerlo, he decidido dividirlo en varios posts porque lo que menos quiero que es que aburran y lo dejen a medias. Espero que, al leerlo, logren trasladarse a esos mismos lugares en los que aún me siento presente. 

En este último viaje a Europa conocí Ámsterdam, Bélgica (Amberes, Brujas, Gante y Bruselas) y tuve la suerte de regresar a París. Mi amiga, con la que viajé, no la conocía y a mí que no me molesta para nada volver mil veces, no dudé en incluirlo en la lista. ¿Acaso no soy la mejor amiga del mundo? 

Pero de eso hablaremos después. Hoy les contaré acerca de Ámsterdam.

Ámsterdam estaba en mi lista de lugares deseados. Sus canales, sus tulipanes y sus casitas con fachada de cuento me hacían soñar con ir “algún día”. ¡Y ese día llegó!


Llegué un 15 de mayo y apenas lo hice pasé por un mal momento. Mi maleta, que iba en bodega del avión, no llegó. Afortunadamente en la maleta pequeña que iba conmigo tenía muda de ropa y zapatillas (tengan eso siempre en cuenta). Realicé todos los trámites con la aerolínea y el seguro de viaje (que por ello es importantísimo comprar uno) y, felizmente, al día siguiente por la tarde la recuperé y, con ella, mi ánimo.

Nos hospedamos en un departamento de Airbnb en el que nos recibió una pareja de esposos colombianos y su pequeño hijo. En agradecimiento les llevamos un buen pisco peruano para que conozcan algunas de las bondades de nuestro país y se queden con un buen recuerdo.

El departamento era nuevo y lindo. La vista que permitía era increíble ya que estaba en un piso alto y aunque ellos pidieron disculpas por darnos una habitación que por nueva aún no tenía cortinas, yo lo agradecí y aprecié porque todos los días podía ver el sol asomarse al amanecer. 

Para ir al centro y para retornar al departamento había que tomar el ferry. Esto fue lo más maravilloso de hospedarse “lejos”. Respirar ese aire puro y disfrutar ese paseo apenas empezaba el día —y para cerrarlo también— era delicioso. 

Créanme y tomen en cuenta cuando les digo que Ámsterdam no es un destino para pocos días. Hay muchísimas actividades para realizar y estas siempre se ajustarán a los gustos de cada quien. Si te interesa conocerla a profundidad, sepárale una buena cantidad de días en el itinerario de tu viaje.

Aquí les comparto un resumen de lo que mi amiga y yo conocimos en mi destino de ensueño: 


Keukenhof:

Este es el famoso parque de tulipanes. Compramos las entradas para asistir meses antes por internet porque la época en la que lo visitamos es la de mayor afluencia (abril – mayo). Sin duda es un lugar increíble. Si su gusto es el de sacar muchas fotografías, les aseguro que aquí van a querer tomarlas en cada rincón y a cada flor. 


Museo del queso:

Yo muero por los quesos y esta era una parada obligatoria para mi.
¿Saben qué es lo mejor de este lugar? Que puedes probar absolutamente todos los quesos que tienen. No podía comprar tantos como hubiese querido, primero porque este era mi primer destino y aún me quedaban 4 por visitar (no podía llenar mucho la maleta), y, segundo, porque desde un inicio tenía clarísimo que en Bélgica arrasaría con los chocolates. 
  

La casa de Ana Frank:

Este es un destino diferente. Desde que ingresas, te sientes atrapado por una energía que únicamente se siente y no se puede describir con palabras. Aquí conoces, aprendes y reafirmas qué clase de mundo quieres para ti y los tuyos. 
Esta es una visita, en mi opinión, obligada para todos. 

Begijnhof:

En un conjunto de casas hermosas con lindos jardines, que fueron fundadas en 1346 para albergar a una hermandad femenina católica laica. Hasta la fecha, aquí siguen viviendo solo mujeres y además, encontraremos la casa más antigua de Ámsterdam y la primera capilla clandestina.


Cannabis College:

Este es el minimuseo de la marihuana.
Sinceramente este lugar no era prioridad para mi, pero mi amiga quería conocerlo y como es bueno saber de todo, la acompañé. La entrada te vale para toda la vida, así que si piensas regresar, es mejor que la conserves. Vi varios tipos de plantas, libros, productos y todo referente al mundo de la marihuana. Si tienes algo en contra de esto debes saber que en Ámsterdam se respira hierba por todos lados ya que es legal fumarla. Así que toma este detalle en cuenta en caso tu tolerancia vaya acorde a esto. 

Barrio Rojo:

Aquí vimos lo que nunca imaginamos tanto en las vitrinas — por ejemplo una señora de la tercera edad que ofrecía sus servicios— como en los sex shops, y mejor ni les cuento porque no dudo que lo que les sobrará para esto es la imaginación.

Rijksmuseum:

Un lugar realmente maravilloso si eres amante del arte. Encontrar obras de Van Gogh fue hermoso para mí porque entradas para su museo no pude conseguir aún buscándolas con meses de anticipación. Anoten eso si está entre sus intereses. 

Además de este itinerario caminamos muchísimo por todas las callecitas. Nos impresionábamos con cada canal, cada puente, la cantidad abismal de bicicletas y hasta con cada fachada que adornaba las calles. 


Mucho tiempo atrás, las casas con fachada más ancha pertenecían a las familias más adineradas. Todas son de varios pisos y techos de dos aguas. En la punta tienen una especie de garfio que sirve para las mudanzas, en el que colgaban con soga lo que querían subir. Incluso la leve inclinación hacia adelante con la que fueron construidas fue pensada para que, al subir los objetos, estos no choquen ni dañen la fachada. 

Y como esto, mucho más. Nos quedaron varios pendientes. Nos quedamos con ganas de más, mucho más. Pero, como siempre digo, hay que dejar pretexto. Pretexto para volver a pasear por el barrio de Ana Frank —que fue mi favorito—, sentarme en una de las tantas bancas que están al lado de los canales y así poder suspirar, agradecer y seguir soñando con más viajes como este que te dejan llenita la mente, el alma y, sobre todo, el corazón.



miércoles, 6 de febrero de 2019

«¿Vegana? No. Pescetariana»

Hace exactamente un mes que me volví pescetariana. 

¡¿Qué es eso?! 
Es comer solo pescado y dejar de lado la res, el pollo, el chancho, las demás carnes en general y los embutidos.

¿Por qué la decisión?
Por dos motivos que comparten el mismo nivel de importancia para mí: salud y conciencia.
Por el lado de la salud, me enteré que hay otros alimentos más saludables que me proporcionan las mismas proteínas de las carnes y además, dejarlas de lado, trae muchos beneficios.
Y por el lado de la conciencia, está el tema de la compasión por los animales. El cómo los tratan, cuánto sufren, cómo mueren y más. Prácticamente los tienen en campos de concentración. Ya sabía de algunas cosas bastante inhumanas, pero una amiga -mamá de una adolescente vegana-, me contó más, y eso solo me generó mucho ruido, hasta que me puse una fecha para empezar, y así lo hice. 

¿Por qué pescado sí?
Porque el sufrimiento (relacionado pero diferente al dolor), depende de un grado de conciencia de sí mismos, que los peces no tienen. Por lo tanto, son incapaces de sentir dolor y/o sufrimiento.

Ahora acompaño mis comidas con pescado, atún, huevera o mariscos. Por suerte, en mi casa nunca fue costumbre acompañar las comidas con una presa de “algo”. Podíamos -y aún podemos- comer menestras, y acompañarlas con huevo frito o ensalada; comer tallarines en salsa huancaíana o al pesto, sin ninguna carne encima, y así varias comidas. Es por ello que no se me complica mucho, y además, porque nunca fuimos de mucha res, así que no la extraño. Pero lo que sí comíamos, y mucho, era pollo, que para ser sincera, ya me tenía cansada.

Y, aunque no ha sido tan difícil como imaginé, hay algo que sí extraño bastante: ¡las hamburguesas! A pesar de ser algo que no comía tan seguido (quizás una o dos veces al mes), es lo que más extraño. De todas las chatarras existentes, siempre fueron mis favoritas, y mi primera, segunda, y -casi siempre-, única opción, si se trataba de ir por algo grasoso.

Debo confesar que me gustan tanto, que un día, antes de empezar con esto de ser pescetariana, fui a comer una de las mejores hamburguesas de Lima, a manera de despedirme. Y, también, que este primer mes, he caído en la tentación una vez. Hace una semana, más o menos. 
Extrañaba tanto esa sabrosura, que la pedí con absolutamente todo. Fue algo orgásmico, aunque luego me sentí mal porque me traicioné, y esto, me llevó a aprender a preparar hamburguesas de lentejas, por ejemplo, y me salieron buenazas. Hay muchas opciones más, pero las estoy descubriendo poco a poco. Si tienen algún dato de dónde puedo ir a comer hamburguesas veganas o comprarlas para preparar en casa, se los agradeceré infinitamente.

Ya les iré contando cómo me va, y compartiendo algunas páginas, datos y/o tips. Quizás hasta se animan a ser parte del cambio.
Mientras, les dejo un link donde podrán ver todos los tipos de vegetarianismo que existen:

Y aquí otro donde podrán leer acerca de los beneficios que trae el dejar de comer carne:

Recuerden que todo cambio siempre cuesta, pero cuando es algo que realmente queremos hacer, ¡se puede!