Este
es el nombre del primer libro que leí este año, el primer libro del reto que
estoy cumpliendo y que me está haciendo muchísimo bien a todo nivel.
Compré este libro poco tiempo después de volver de mi viaje a Europa, el año pasado. Me llamó la atención la portada, el nombre y el resumen. La historia se desarrolla, justamente, en las ciudades que conocí: Florencia, Roma, Venecia, París, y, además, en Buenos Aires, ciudad a la que fui hace diez años y a la que siempre tengo ganas de volver.
Cuando lo tuve leí solo un par de hojas y luego lo dejé. No volví a tocarlo hasta este año que empecé este reto de leer un libro por mes para el que, en enero, debía retomar un libro que tuviera guardado. Este fue el elegido. Y con esa elección, una vez más me convencí de que las cosas pasan cuando deben pasar y ahora les cuento por qué digo esto.
La historia del libro se compone de dos historias personales que se entrelazan. Una de ellas es la de Emilia, quien terminaba la relación con su enamorado porque él se iba a estudiar al extranjero y ella, por trabajo, también debía partir. Distintos continentes, distintos destinos.
Ya en
el viaje, Emilia descubre que estaba embarazada y a su ex poco le importó al enterarse
de la noticia. Así fue que continuó su travesía por Europa y, sin buscarlo,
encontró una nueva ilusión — específicamente en Italia—, una ilusión llamada
Fedele. El amor que ella sentía y el amor que fue capaz de entregarle Fedele
fue lo que más me atrapó. Él la amaba sin condiciones, como debe ser. Era un
amor totalmente libre y sano porque se basaba en la confianza plena.
Teniendo poco tiempo juntos, Emilia y Fedele experimentan experiencias y retos muy fuertes como pareja. Esos momentos de la historia hacían sincronía con algo que justamente yo estaba atravesando a nivel personal y, por ende, lo sentí más aún. Ahí fue que confirmé la manera increíble en la que calaba ese libro en mí. Definitivamente estaba escrito: el momento para leerlo era enero 2018 y no febrero 2017. «Viviendo» esa historia aprendí muchas cosas; comprendí, valoré, pero sobre todo reafirmé lo que siempre he querido para mi vida.
Lo mejor de lo mejor con esta lectura fue que, no solo aprendí y revaloré, sino que recordé y reviví mi paseo por Europa con cada capítulo:
A finales del 2016 viajé a Europa para recibir año nuevo. Fue ¡MARAVILLOSO!
Recorrí
París, Venecia, Florencia y Roma en 13 días. Ese fue el tiempo suficiente para
sentarme a disfrutar cada desayuno, almuerzo, cena, cada paseo, cada café en el
camino. Disfruté tanto esos momentos y las caminatas que me quedaron muchos
lugares que se «deben» conocer a los que no llegué siquiera, por falta de
tiempo.
La
primera parada fue en París, lugar en el que recibí el año nuevo, justamente en
el Arco del Triunfo. Fue todo un espectáculo a - 4 C°, pero entre tanta gente y
con tanta adrenalina, no fue tan terrible.
Leyendo
recordé que la primera vez que vi la torre Eiffel fue en el reflejo de la
ventana del tren. Vi muchas lucecitas que se apagaban y prendían y cuando
volteé, estaba ahí, tan elegante e imponente. Recordé que a sus pies comí buenísimo
en una feria navideña, que había mucha música en las calles y me ponía a bailar
siempre. Recordé que en Torcello perdí el buque, que llegar al hospedaje en
Venecia fue toda una odisea, que en Florencia hice los mejores amigos de viaje
y que corrí, reí y me divertí como niña. Recordé que en Italia comí como nunca
antes pero, sobre todo, que bebí mucho porque el vino y el espumante son tan
baratos y de tan buena calidad que cualquiera puede volverse alcohólico sin
problemas (¡jajaja!). Recordé que el último día de mi estadía ahí disfruté sola
mi «gran» almuerzo: una pizza «personal», dos copas de vino y un tiramisú
delicioso. Luego de tremendo «banquete» regresé al hotel y compré una botella
de espumante, subí y en mi habitación me puse a bailar reggaetón. Y, por último,
recordé que, a punto de regresar, ya no quedaba dinero para el taxi al
aeropuerto por lo que mi amiga (con la que viajé) y yo tuvimos que salir hacia
allá a las 7 p. m. y esperar ahí durante diez horas a que salga nuestro vuelo
de retorno.
Recordé
esa y mil cosas más pero, sobre todo, recobré y recordé «la magia de la vida»,
esa que tanto disfruto, en la que tanto creo y la que tanto defiendo siempre. Después
de esta enorme experiencia, no me queda duda —y lo diré siempre— de que la
lectura ¡da pura vida e ilusión!
Hago esta semblanza y reflexión sobre mi experiencia con la historia y la sincronía con mi propia vida, no para recomendarles el libro necesariamente —aunque si quieren lo leen y estoy segura que no se arrepentirán—, sino la lectura como práctica. Y si por alguna razón no les gusta y creen que nunca en su vida les gustará, pues no hay problema; tal vez puedan «recomendarle» a alguien el practicar este buen hábito. Créanme que con eso habrán hecho algo muy bueno por la educación de esa persona y le habrán regalado alas mentales que lo acompañarán por siempre.
Ojalá que todo mi relato les haya contagiado, aunque sea un poquito, ya sea del buen hábito de leer, de viajar o de VIVIR. Al fin y al cabo, todas esas son la misma experiencia con nombre distinto.
**Postdata: Adelantándome a su curiosidad,
les dejo los datos completos del libro por si les interesa buscarlo en algún
momento:
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Título: «La magia de la vida»
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Autor: Viviana Rivero
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