miércoles, 8 de agosto de 2018

«Ayacucho inolvidable»


Después de mucho tiempo esperando por esto, hace unas semanas me tocó conocer una ciudad que tenía resaltada en mi larga lista de viaje y de la que asumía siempre su atractivo (por lo que leía, veía y escuchaba, como casi todos), pero no al nivel de lo que encontré: un derroche enorme de belleza, historia y encanto.
Mi nuevo y feliz destino fue Ayacucho.

Además de haberme llevado a un lugar que anhelé conocer durante mucho tiempo, este viaje fue más que especial para mí porque lo hice junto a una de mis amigas más queridas, Nilda, con quien después de siete años nos embarcamos en un nueva aventura, la tercera que realizamos juntas en todo el tiempo que tiene nuestra amistad.

La primera vez que tomamos un avión para divertirnos sin más fue en el 2010 que conocimos Bogotá y Cartagena de Indias y la segunda, Arequipa, allá por el 2011. Rompiendo la “maldición” de los siete años, agarramos maletas y nos embarcamos nuevamente, así que podrán imaginarse lo emocionadas que estábamos por eso. Mientras conversábamos de este viaje meses atrás, cada una daba sus opciones de destinos y no acabábamos de coincidir, hasta que mencionamos Ayacucho y caímos en cuenta de que era un lugar que ambas veníamos postergando de visitar por muchísimo tiempo. ¡Qué mejor oportunidad para conocerlo juntas!

Nuestro viaje duró cuatro días. La primera media tarde ya allá fue para aclimatarnos, algo que recomiendo totalmente para evitar complicaciones con la altura. Y ahora sé que probablemente con 3 días más podríamos haber conocido todos los atractivos turísticos más conocidos y comerciales del departamento. Ténganlo en cuenta si van a planificar unas vacaciones o minivacaciones por allá.


Para no alargarla mucho más vamos ya con la “carnecita”: el relato de esta nueva aventura.

Día 1: SÁBADO

Salimos de Lima a las 3 p. m. y aterrizamos en Ayacucho casi a las 4 p. m. Nuestras reservas de hospedaje ya estaban hechas a través de booking.com y es lo que más recomiendo por lo sencillo del proceso y porque permite analizar las opciones a través de las recomendaciones y opiniones de otros usuarios, ver fotos, ubicaciones, reservar sin pagos por adelantado y, en algunos hoteles, hasta hacer cancelaciones de reserva sin cobro adicional.

El hotel elegido por nosotras fue el Vía Vía Café 2. Está ubicado frente a una alameda muy tranquila, a seis cuadras de la plaza principal. Es un hospedaje muy bonito, cómodo, espacioso y limpio. Su personal de atención es más que amable; de verdad, lo máximo. No pudimos hacer mejor elección.
Luego de instalarnos en el hotel, lo primero que hicimos fue ir en busca de tours. Tras conocer y consultar varias opciones, nos quedamos con la que nos dio mejor atención y, obviamente, mejor precio. Adquirimos tres tours —para domingo y lunes de frente— porque queríamos asegurarnos el paseo. Todo nos costó S/ 110, con su respectiva “regateada” como buena peruana.

Cerrando eso ya casi nos dio la noche así que pasamos a buscar nuestra cena. Por la noche, las calles de Ayacucho están repletas de pollerías, pizzerías y chifas, pero ninguna opción con comida típica. Finalmente elegimos comer una pizza familiar de masa muy delgada que estuvo muy rica. Pero como la masa era realmente delgada no nos satisfizo, así que compramos una porción de pan al ajo para ir comiendo en el camino - sí, así, las más chanchas - y nos fuimos rapidísimo porque en nuestro hotel había happy hour hasta las 8 p. m. y solo quedaban diez minutos para que terminara.

Llegamos exactamente 7:59 p. m. y empezamos a hacer nuestros pedidos desde que pusimos un pie en la puerta de entrada. Nos tomamos un buen chilcano cada una y yo lo acompañé con un delicioso brownie. Luego, dos tazas de mate de coca para cerrar el día y descansar tranquilas. Gran ventaja la de nuestro hotel (una más) que cuenta con una estación de infusiones de servicio ilimitado, las 24 horas del día.  


Día 2: DOMINGO

Estuvimos despiertas, activadas y muy emocionadas desde las 6 a. m. para empezar nuestras rutas de paseo. Pasamos por el riquísimo y contundente desayuno buffet del hotel y partimos hacia la agencia porque nuestro tour empezaba 8 a. m. Nos gusta llegar con anticipación porque así tenemos opción de elegir las mejores ubicaciones en el bus.

Y así empezó el día. Nos enrumbamos en un largo y prometedor tour que contemplaba una parada para desayunar, la visita al bosque Titancayoc, Vilcashuamán, luego nueva parada para almorzar (ese día nos tocó una buena trucha frita) y, como cierre, degustación en una tienda de lácteos. Finalizamos a eso de las 7:30 p. m., ya de vuelta al hotel un poco cansadas pero felices de haber presenciado tanta belleza en paisajes (de lo mejor en Ayacucho, sin duda) que no nos cansamos de retratar y guardar en fotos y videos (por eso también corrimos al hotel, ¡nuestros celulares necesitaban carga urgente!)

Mi cena de esa noche fue un exquisito plato de alpaca saltada, acompañada de una copa de vino (sí, me hice la fina) y, de postre —infaltable, obviamente—, una porción de brownie, tal como la noche anterior. 

Sin duda alguna, lo más bello de este paseo fueron los paisajes; belleza sin comparación. Mi favorito fue el de Vilcashuamán por lo espectacular de sus colores cálidos alrededor.




Día 3: LUNES

El tour de ese día ya era más descansado. Por la mañana nos llevaron a conocer Wari y luego pasamos a un taller de artesanías en el que nos realizaron una pequeña demostración de cómo se elabora la cerámica. Ahí mismo tocaba almorzar así que esta vez decidimos hacer pedido para compartir entre las dos y armamos nuestro menú de trucha frita, puca picante —que es, básicamente, un guiso de papa aderezado con ají panca, entre otros condimentos, acompañado con chicharrón de chancho) y japchi —que es un licuado de queso fresco, muña, huacatay, cebolla, entre otras hierbas—. ¡Todo delicioso! Yo ya conocía la puca picante y el japchi porque mi exsuegra los preparaba a menudo y le salía buenazo, sobre todo el japchi. 

Acabado el almuerzo nos tocó conocer la Pampa de la Quinua, el escenario emblemático de la batalla que puso fin al dominio español en nuestro país: la batalla de Ayacucho.
Pasado eso fuimos también a la casa-museo de Joaquín López Antay, el creador de los hermosos y muy famosos retablos ayacuchanos. Luego, al mirador, a una casa de artesanías en piedra de Huamanga, a un taller de textiles y el trayecto finalizó a eso de las 7 p. m., con nosotras ya muy hambrientas, por lo que fuimos volando a buscar el siempre confiable pollito a la brasa.

Ya satisfechas, cerramos nuestro día en el lobby del hotel tomando mate de coca —como todas las noches—, reposando muy tranquilas, conversando y haciéndonos un poco de terapia (de la que siempre es necesaria entre amigas).



Día 4: MARTES

¡El día final de nuestro maravilloso viaje!

Como ya nos tocaba volver, decidimos aprovechar al máximo las horas antes de ir al aeropuerto.
Ese fue el día para ir de compras por la ciudad. Nuestra primera parada fue en el mercado de artesanos Hosaku Nagase, el que nos recomendaron por ser el que tenía mayor variedad de productos locales. Llevamos recuerditos y una que otra cosa para nosotras. Luego pasamos por el mercado principal para cerrar nuestras compras del viaje.
De todos los lugares que he visitado en Perú, Ayacucho tiene la más bella artesanía y textilería. Así que si les gusta mucho, les recomiendo que lleven un presupuesto destinado únicamente a eso.

Entre tanta caminata y shopping, caímos en cuenta de que era hora del almuerzo, así que nos fuimos a tomar nuestra última comida del viaje en nuestro cálido hotel. Esta vez, como despedida, elegí una deliciosa hamburguesa de alpaca acompañada de unos riquísimos helados artesanales de lúcuma y chocolate como postre. 
Disfrutando al máximo nuestros platillos nos quedamos conversando y haciendo sobremesa hasta que llegó a recogernos la movilidad para llevarnos al aeropuerto, cerrando así esta inolvidable experiencia. Con mucha pena y nostalgia adelantada nos despedimos de la increíblemente amable gente del hotel y dejamos tierras ayacuchanas con la firme idea de querer volver a seguir apreciándolas y disfrutándolas.

No hay duda de esto y lo firmo: Ayacucho es un lugar BELLÍSIMO y vale la pena dedicarle una buena cantidad de días para conocerlo y apreciarlo, contrario a lo que muchos dicen. Espero que, si aún no conocen, puedan estar ahí pronto. Sé que no se arrepentirán.

Mientras eso pasa, yo seguiré andando y conociendo rinconcitos del Perú y el mundo para generar más recuerdos hermosos y compartirlos con ustedes.