miércoles, 9 de octubre de 2019

«Ámsterdam: cultura y belleza que dejan huella»

Luego de mi cumpleaños, en mayo, viajé a Europa por 16 días. Al retorno me propuse escribir todo lo vivido para compartirlo con ustedes y ¡miren lo que pasó! 
¡¿En qué momento dejé pasar cuatro meses para escribir lo que quería sobre mi viaje?! 
Sin duda, el tiempo no perdona.

En fin, la verdad es que sigo saboreando ese viaje y lo tengo tan presente que puedo decir que es como si lo compartiera en vivo y en directo. 

Quiero empezar ya a relatarlo y, para hacerlo, he decidido dividirlo en varios posts porque lo que menos quiero que es que aburran y lo dejen a medias. Espero que, al leerlo, logren trasladarse a esos mismos lugares en los que aún me siento presente. 

En este último viaje a Europa conocí Ámsterdam, Bélgica (Amberes, Brujas, Gante y Bruselas) y tuve la suerte de regresar a París. Mi amiga, con la que viajé, no la conocía y a mí que no me molesta para nada volver mil veces, no dudé en incluirlo en la lista. ¿Acaso no soy la mejor amiga del mundo? 

Pero de eso hablaremos después. Hoy les contaré acerca de Ámsterdam.

Ámsterdam estaba en mi lista de lugares deseados. Sus canales, sus tulipanes y sus casitas con fachada de cuento me hacían soñar con ir “algún día”. ¡Y ese día llegó!


Llegué un 15 de mayo y apenas lo hice pasé por un mal momento. Mi maleta, que iba en bodega del avión, no llegó. Afortunadamente en la maleta pequeña que iba conmigo tenía muda de ropa y zapatillas (tengan eso siempre en cuenta). Realicé todos los trámites con la aerolínea y el seguro de viaje (que por ello es importantísimo comprar uno) y, felizmente, al día siguiente por la tarde la recuperé y, con ella, mi ánimo.

Nos hospedamos en un departamento de Airbnb en el que nos recibió una pareja de esposos colombianos y su pequeño hijo. En agradecimiento les llevamos un buen pisco peruano para que conozcan algunas de las bondades de nuestro país y se queden con un buen recuerdo.

El departamento era nuevo y lindo. La vista que permitía era increíble ya que estaba en un piso alto y aunque ellos pidieron disculpas por darnos una habitación que por nueva aún no tenía cortinas, yo lo agradecí y aprecié porque todos los días podía ver el sol asomarse al amanecer. 

Para ir al centro y para retornar al departamento había que tomar el ferry. Esto fue lo más maravilloso de hospedarse “lejos”. Respirar ese aire puro y disfrutar ese paseo apenas empezaba el día —y para cerrarlo también— era delicioso. 

Créanme y tomen en cuenta cuando les digo que Ámsterdam no es un destino para pocos días. Hay muchísimas actividades para realizar y estas siempre se ajustarán a los gustos de cada quien. Si te interesa conocerla a profundidad, sepárale una buena cantidad de días en el itinerario de tu viaje.

Aquí les comparto un resumen de lo que mi amiga y yo conocimos en mi destino de ensueño: 


Keukenhof:

Este es el famoso parque de tulipanes. Compramos las entradas para asistir meses antes por internet porque la época en la que lo visitamos es la de mayor afluencia (abril – mayo). Sin duda es un lugar increíble. Si su gusto es el de sacar muchas fotografías, les aseguro que aquí van a querer tomarlas en cada rincón y a cada flor. 


Museo del queso:

Yo muero por los quesos y esta era una parada obligatoria para mi.
¿Saben qué es lo mejor de este lugar? Que puedes probar absolutamente todos los quesos que tienen. No podía comprar tantos como hubiese querido, primero porque este era mi primer destino y aún me quedaban 4 por visitar (no podía llenar mucho la maleta), y, segundo, porque desde un inicio tenía clarísimo que en Bélgica arrasaría con los chocolates. 
  

La casa de Ana Frank:

Este es un destino diferente. Desde que ingresas, te sientes atrapado por una energía que únicamente se siente y no se puede describir con palabras. Aquí conoces, aprendes y reafirmas qué clase de mundo quieres para ti y los tuyos. 
Esta es una visita, en mi opinión, obligada para todos. 

Begijnhof:

En un conjunto de casas hermosas con lindos jardines, que fueron fundadas en 1346 para albergar a una hermandad femenina católica laica. Hasta la fecha, aquí siguen viviendo solo mujeres y además, encontraremos la casa más antigua de Ámsterdam y la primera capilla clandestina.


Cannabis College:

Este es el minimuseo de la marihuana.
Sinceramente este lugar no era prioridad para mi, pero mi amiga quería conocerlo y como es bueno saber de todo, la acompañé. La entrada te vale para toda la vida, así que si piensas regresar, es mejor que la conserves. Vi varios tipos de plantas, libros, productos y todo referente al mundo de la marihuana. Si tienes algo en contra de esto debes saber que en Ámsterdam se respira hierba por todos lados ya que es legal fumarla. Así que toma este detalle en cuenta en caso tu tolerancia vaya acorde a esto. 

Barrio Rojo:

Aquí vimos lo que nunca imaginamos tanto en las vitrinas — por ejemplo una señora de la tercera edad que ofrecía sus servicios— como en los sex shops, y mejor ni les cuento porque no dudo que lo que les sobrará para esto es la imaginación.

Rijksmuseum:

Un lugar realmente maravilloso si eres amante del arte. Encontrar obras de Van Gogh fue hermoso para mí porque entradas para su museo no pude conseguir aún buscándolas con meses de anticipación. Anoten eso si está entre sus intereses. 

Además de este itinerario caminamos muchísimo por todas las callecitas. Nos impresionábamos con cada canal, cada puente, la cantidad abismal de bicicletas y hasta con cada fachada que adornaba las calles. 


Mucho tiempo atrás, las casas con fachada más ancha pertenecían a las familias más adineradas. Todas son de varios pisos y techos de dos aguas. En la punta tienen una especie de garfio que sirve para las mudanzas, en el que colgaban con soga lo que querían subir. Incluso la leve inclinación hacia adelante con la que fueron construidas fue pensada para que, al subir los objetos, estos no choquen ni dañen la fachada. 

Y como esto, mucho más. Nos quedaron varios pendientes. Nos quedamos con ganas de más, mucho más. Pero, como siempre digo, hay que dejar pretexto. Pretexto para volver a pasear por el barrio de Ana Frank —que fue mi favorito—, sentarme en una de las tantas bancas que están al lado de los canales y así poder suspirar, agradecer y seguir soñando con más viajes como este que te dejan llenita la mente, el alma y, sobre todo, el corazón.



miércoles, 6 de febrero de 2019

«¿Vegana? No. Pescetariana»

Hace exactamente un mes que me volví pescetariana. 

¡¿Qué es eso?! 
Es comer solo pescado y dejar de lado la res, el pollo, el chancho, las demás carnes en general y los embutidos.

¿Por qué la decisión?
Por dos motivos que comparten el mismo nivel de importancia para mí: salud y conciencia.
Por el lado de la salud, me enteré que hay otros alimentos más saludables que me proporcionan las mismas proteínas de las carnes y además, dejarlas de lado, trae muchos beneficios.
Y por el lado de la conciencia, está el tema de la compasión por los animales. El cómo los tratan, cuánto sufren, cómo mueren y más. Prácticamente los tienen en campos de concentración. Ya sabía de algunas cosas bastante inhumanas, pero una amiga -mamá de una adolescente vegana-, me contó más, y eso solo me generó mucho ruido, hasta que me puse una fecha para empezar, y así lo hice. 

¿Por qué pescado sí?
Porque el sufrimiento (relacionado pero diferente al dolor), depende de un grado de conciencia de sí mismos, que los peces no tienen. Por lo tanto, son incapaces de sentir dolor y/o sufrimiento.

Ahora acompaño mis comidas con pescado, atún, huevera o mariscos. Por suerte, en mi casa nunca fue costumbre acompañar las comidas con una presa de “algo”. Podíamos -y aún podemos- comer menestras, y acompañarlas con huevo frito o ensalada; comer tallarines en salsa huancaíana o al pesto, sin ninguna carne encima, y así varias comidas. Es por ello que no se me complica mucho, y además, porque nunca fuimos de mucha res, así que no la extraño. Pero lo que sí comíamos, y mucho, era pollo, que para ser sincera, ya me tenía cansada.

Y, aunque no ha sido tan difícil como imaginé, hay algo que sí extraño bastante: ¡las hamburguesas! A pesar de ser algo que no comía tan seguido (quizás una o dos veces al mes), es lo que más extraño. De todas las chatarras existentes, siempre fueron mis favoritas, y mi primera, segunda, y -casi siempre-, única opción, si se trataba de ir por algo grasoso.

Debo confesar que me gustan tanto, que un día, antes de empezar con esto de ser pescetariana, fui a comer una de las mejores hamburguesas de Lima, a manera de despedirme. Y, también, que este primer mes, he caído en la tentación una vez. Hace una semana, más o menos. 
Extrañaba tanto esa sabrosura, que la pedí con absolutamente todo. Fue algo orgásmico, aunque luego me sentí mal porque me traicioné, y esto, me llevó a aprender a preparar hamburguesas de lentejas, por ejemplo, y me salieron buenazas. Hay muchas opciones más, pero las estoy descubriendo poco a poco. Si tienen algún dato de dónde puedo ir a comer hamburguesas veganas o comprarlas para preparar en casa, se los agradeceré infinitamente.

Ya les iré contando cómo me va, y compartiendo algunas páginas, datos y/o tips. Quizás hasta se animan a ser parte del cambio.
Mientras, les dejo un link donde podrán ver todos los tipos de vegetarianismo que existen:

Y aquí otro donde podrán leer acerca de los beneficios que trae el dejar de comer carne:

Recuerden que todo cambio siempre cuesta, pero cuando es algo que realmente queremos hacer, ¡se puede!



miércoles, 3 de octubre de 2018

«Mis mejores decisiones para siempre»


Fue en diciembre de 1999 que tomé la primera decisión que me duraría toda la vida. 

Tenía 16 años, terminaba recién el colegio y decidí hacerme mi primer tatuaje. Lo quería ya desde hacía un buen tiempo atrás, por lo que hasta el diseño tenía elegido: la figura de un sol y una luna unidos, sin mayor significado especial, tan solo por mi gusto, el que fue más que suficiente porque hoy, después de varios años con él, me sigue encantando.

Para hacerlo realidad decidí contarle a mi mamá que quería tatuarme. Tenía miedo, sí, porque pensé que me lo negaría casi sin pensarlo, como la mayoría de los padres a sus hijos de esa edad. Pero no me quedaba otra opción ya que solo con mis propinas no iba a poder pagarlo.
Y, sin imaginar que sería tan fácil, me llevé tremenda sorpresa cuando a la primera me dijo que sí podía hacérmelo y que incluso me acompañaría porque ella también quería tatuarse (algo que hasta hoy no ha hecho).

Desde eso hasta hoy han pasado ya «algunos» años (19 para ser exacta, así que ¡saquen su cuenta!), años en los que pensé muchas veces que quería volver a hacerlo. Y hace un par de semanas esto dejó de ser una mera idea y se hizo nuevamente realidad, con mi segundo tatuaje ya en el cuerpo.

Esta vez elegir el nuevo diseño sí fue toda una odisea. Le di muchas vueltas a lo que quería, mi indecisión era enorme. Felizmente tuve ayuda para diseñarlo y solo puedo decir que el resultado final ha sido ESPECTACULAR.

Mi nuevo arte ocupa casi todo el largo central de mi espalda. Y pues sí, sí dolió, no voy a negarlo. No tanto en la parte baja del diseño como en la superior, en la que tengo una flor de loto maravillosa en detalle, pero que me hizo pedir descanso al menos dos veces mientras estaba siendo pacientemente dibujada.

Aún con todo y eso, simplemente ¡amo mi tatuaje! Ni siquiera me imaginaba que quedaría así y estoy más que encantada.

Yo postergué esta decisión por años pero, si hoy pudiera hacer una reflexión al respecto, solo podría decir que si tú eres alguien que también tiene tiempo esperando por hacerse un tatuaje, ya sea por indecisión, miedo o lo que sea, lo superes ya y vayas por él. El tiempo seguirá pasando, mientras eso suceda seguirás teniendo miedo y, finalmente, nunca harás lo que tanto quisiste. La sensación de ver una obra de arte en tu propio cuerpo es indescriptible.

No debe haber miedo, complejo o prejuicio que te aleje de lo que tanto quieres lucir, sentir y tener en tu cuerpo, que es tu propio templo. Tú lo cuidas, lo presentas y lo adornas como mejor consideres. Lamentablemente, en estos tiempos aún hay muchas personas que tienden a etiquetar y hasta «satanizar» a quienes optan por tatuarse, calificando en negativo sus vidas por ello (sí, aunque te parezca increíble, aún existen de esos). Yo podría casi asegurar que muchos de los que podemos ser «satanizados» por este simple detalle somos todo lo opuesto a lo que prejuiciosamente piensan.

Sigo y seguiré sin arrepentirme. Fue otra muy buena decisión para siempre. 



miércoles, 12 de septiembre de 2018

«El rico norte. Otro sueño cumplido»


¿Alguna vez soñaron con ver ballenas? ¿Soñaron con nadar con tortugas? ¿Sabían que esas actividades existen? ¿Sabían que en Perú se pueden realizar? 

Yo desde que lo supe, lo soñé. Y ahora esas actividades tienen un check en mi lista de sueños por cumplir. 

Hace tiempo que venía tratando de convencer a una amiga de ir al norte a realizar estas actividades pero no me ligaba. Supongo que no era su prioridad o no le llamaba tanto la atención como a mí. Entonces, traté de convencer a otra amiga, y en cuanto le dije que había oferta en el pasaje a Talara, me dijo la palabra clave: ¡vamos!

Al norte he ido varias veces pero esta fue específicamente para ver ballenas y nadar con tortugas. Fueron 5 días espectaculares y uno de los mejores viajes que he hecho.
Nuestro vuelo fue hacia Talara, y una vez que llegamos allá, tomamos una mototaxi desde el aeropuerto hasta la Estación del bus local llamado Eppo, por S/10 (un precio bastante caro para la distancia).
Nuestro siguiente destino era Los Órganos. Allá teníamos reservado el hotel y era donde realizaríamos el avistamiento de ballenas. El pasaje costó S/6. Fue hora y media de viaje. Del centro de Órganos, hasta la playa, son 5 minutos en mototaxi, y cobran S/4. 
Finalmente llegamos a nuestro hotel: “Las Tortuguitas Bungalows”. Un hotel de tan solo 5 habitaciones, razón por la cual nuestra estadía tuvo mucha paz. Afortunadamente nos alojamos día de semana porque justo al lado hay una discoteca, e imagino que viernes y sábado la paz se ve interrumpida. Ese día llegamos de noche y lo “único” que hicimos fue contemplar la hora azul y pedir un rico delivery de pollo a la brasa. Volver a salir a la plaza, y a pagar S/4 soles por ir, más S/4 por regresar, no era una opción. Preferimos quedarnos a ver el espectáculo que nos ofrecía el paisaje. 

Al día siguiente, nuestro tour de avistamiento de ballenas empezaba a las 8 a.m. Decidimos hacerlo con la agencia Pacífico Adventures, y tanto el servicio como la embarcación estuvieron buenísimos. El tour cuesta S/130 y dura aproximadamente 2 horas. Te recogen del hotel y te llevan al muelle, que es de donde parten las embarcaciones.
Entre julio y octubre es temporada de avistamiento porque las ballenas llegan a Talara por sus aguas calientes, y esperan a que sus crías crezcan un poco, antes de volver a su hábitat.
No es tan fácil ubicarlas. Toma un tiempo, y entre todas las embarcaciones se van comunicando por si alguien las ve, para que todas se tranladen al punto.
Vimos a dos: mamá e hijo. Lo que se siente al ver que saltan, es indesriptible. Tremendo regalo de la naturaleza y mayor espectáculo. Más aún, si siempre lo soñaste. Es algo que tienen que vivir.
El tour acaba en el museo/café de la misma agencia. Museo que implementaron “gracias” a una ballena que murió varada. 
Se pueden ver, también, fotos de concursos de pesca antiguos. Hay una foto increíble de Hemingway con un pez espada inmenso. Fotos de diferentes tipos de tortugas, ballenas y tiburones. También hay restos óseos de ballena donde realmente se aprecia la inmensidad de la especie, entre muchas otras maravillas.


Luego almorzamos en uno de los tantos restaurantes qué hay en Los Órganos. Se llama “Bambú”. Los precios no son baratos pero los platos son para compartir y eso fue lo que hicimos. Compartimos un riquísimo ceviche con su rica zarandaja, y un arroz con langostinos bien cremosito.
En la tarde fuimos a la playa por un poco de vitamina C, y casi entrando la noche, fuimos al café de Pacífico Adventures por el famoso sándwich de atún ahumado que, cuando llegamos, ya se había acabado. En su reemplazo comimos unas pizzetas buenísimas hechas con ajonjolí y masa de tortilla, y un brownie con helado porque, vaya donde vaya, el postre no puede faltar, amigos mandarinos.
Al día siguiente regresamos por el sándwich, y créanme que realmente es sabrosísimo. El saborcito del atún ahumado, la ensalada que lleva aceite de ajonjolí y esa mayonesa tan ligerita, ¡ufff! Si pasan por el norte, ir por ese sándwich es obligatorio. 

Luego enrumbamos a Zorritos, porque el viaje no acababa con el tour de ballenas. Llamé a nuestro amigo Armando que nos llevó en mototaxi hasta Máncora por tan solo S/15. Y luego tomamos un colectivo hasta Zorritos por S/10 cada una. 

Llegamos a Casa Andina Zorritos y todo fue de lujo. Ese día estaba nublado y nos dijeron que así había estado toda la semana, que había llovido y que el sol no iba a salir en esos días, pero como yo soy contreras, puse mis velitas al Sr. de Muruhuay, hice mi pago a la Pachamama y me puse a bailar en un pie. Al día siguiente, ¡solazo! Pide con el corazón que se te concederá.


Todo fue espectacular: la habitación, la cama, la cena, la ducha, el desayuno, la piscina, la playa, las instalaciones y ni qué decir del servicio. ¡Un lujo!

Fueron dos mágicos días que estuvimos en el hotel. Luego, fuimos para El Alto. Ahí vive una pareja de amigos del barrio, de la chiquititud, con sus hijos. Nos abrieron las puertas de su casa -y de su corazón- para alojarnos por una noche. 
Esa noche fue totalmente diferente a cualquier otra noche en cualquier lugar del mundo. ¡Hicimos maratón de una serie koreana! 

Al día siguiente, como aún había tiempo -y un poco de monedas-, nos fuimos a Ñuro para nadar con tortugas. Otro sueño más. Era mucho más fácil ir desde Los Órganos, pero en ese momento decidimos asegurar lo que quedaba de dinero.
Colectivo hasta Ñuro por S/4 cada una, y el ingreso al muelle con acceso a nadar con las tortugas, S/10. 
Fuimos las primeras en llegar, y nuestro amigo Carlos fue súper amable. Esperó a que entráramos en confianza para bajar por esa escalera casi criminal. Nos tomó hartas fotos. Nos incentivó a perder el miedo y poder soltarnos de las barandas para nadar libremente y, obviamente, nos reímos muchísimo con él. Se supone que son 10 minutos de permanencia y estuvimos como media hora. Privilegios de ir temprano y hacerte amigo de la gente que nos presta servicios. 


Saliendo del muelle nos fuimos a la playa, que parece una piscina, y comimos un rico ceviche.
Para regresar a El Alto, tomamos colectivo hasta Los Órganos por S/3 cada una, y luego bus por S/2.50.

Y como todo en la vida, nuestro viaje llegó a su final. Antes de irnos, almorzamos un delicioso buffet marino preparado por nuestra anfitriona Jacky, y luego partimos. De El Alto a Talara, S/4 y luego mototaxi al aeropuerto por S/8. 

Y así, con mucha pena, acabó esta maravillosa aventura. Una de las mejores que he tenido hasta el momento.

Nada mejor que ir descubriendo lugares y seguir dándole vida a la vida.


miércoles, 8 de agosto de 2018

«Ayacucho inolvidable»


Después de mucho tiempo esperando por esto, hace unas semanas me tocó conocer una ciudad que tenía resaltada en mi larga lista de viaje y de la que asumía siempre su atractivo (por lo que leía, veía y escuchaba, como casi todos), pero no al nivel de lo que encontré: un derroche enorme de belleza, historia y encanto.
Mi nuevo y feliz destino fue Ayacucho.

Además de haberme llevado a un lugar que anhelé conocer durante mucho tiempo, este viaje fue más que especial para mí porque lo hice junto a una de mis amigas más queridas, Nilda, con quien después de siete años nos embarcamos en un nueva aventura, la tercera que realizamos juntas en todo el tiempo que tiene nuestra amistad.

La primera vez que tomamos un avión para divertirnos sin más fue en el 2010 que conocimos Bogotá y Cartagena de Indias y la segunda, Arequipa, allá por el 2011. Rompiendo la “maldición” de los siete años, agarramos maletas y nos embarcamos nuevamente, así que podrán imaginarse lo emocionadas que estábamos por eso. Mientras conversábamos de este viaje meses atrás, cada una daba sus opciones de destinos y no acabábamos de coincidir, hasta que mencionamos Ayacucho y caímos en cuenta de que era un lugar que ambas veníamos postergando de visitar por muchísimo tiempo. ¡Qué mejor oportunidad para conocerlo juntas!

Nuestro viaje duró cuatro días. La primera media tarde ya allá fue para aclimatarnos, algo que recomiendo totalmente para evitar complicaciones con la altura. Y ahora sé que probablemente con 3 días más podríamos haber conocido todos los atractivos turísticos más conocidos y comerciales del departamento. Ténganlo en cuenta si van a planificar unas vacaciones o minivacaciones por allá.


Para no alargarla mucho más vamos ya con la “carnecita”: el relato de esta nueva aventura.

Día 1: SÁBADO

Salimos de Lima a las 3 p. m. y aterrizamos en Ayacucho casi a las 4 p. m. Nuestras reservas de hospedaje ya estaban hechas a través de booking.com y es lo que más recomiendo por lo sencillo del proceso y porque permite analizar las opciones a través de las recomendaciones y opiniones de otros usuarios, ver fotos, ubicaciones, reservar sin pagos por adelantado y, en algunos hoteles, hasta hacer cancelaciones de reserva sin cobro adicional.

El hotel elegido por nosotras fue el Vía Vía Café 2. Está ubicado frente a una alameda muy tranquila, a seis cuadras de la plaza principal. Es un hospedaje muy bonito, cómodo, espacioso y limpio. Su personal de atención es más que amable; de verdad, lo máximo. No pudimos hacer mejor elección.
Luego de instalarnos en el hotel, lo primero que hicimos fue ir en busca de tours. Tras conocer y consultar varias opciones, nos quedamos con la que nos dio mejor atención y, obviamente, mejor precio. Adquirimos tres tours —para domingo y lunes de frente— porque queríamos asegurarnos el paseo. Todo nos costó S/ 110, con su respectiva “regateada” como buena peruana.

Cerrando eso ya casi nos dio la noche así que pasamos a buscar nuestra cena. Por la noche, las calles de Ayacucho están repletas de pollerías, pizzerías y chifas, pero ninguna opción con comida típica. Finalmente elegimos comer una pizza familiar de masa muy delgada que estuvo muy rica. Pero como la masa era realmente delgada no nos satisfizo, así que compramos una porción de pan al ajo para ir comiendo en el camino - sí, así, las más chanchas - y nos fuimos rapidísimo porque en nuestro hotel había happy hour hasta las 8 p. m. y solo quedaban diez minutos para que terminara.

Llegamos exactamente 7:59 p. m. y empezamos a hacer nuestros pedidos desde que pusimos un pie en la puerta de entrada. Nos tomamos un buen chilcano cada una y yo lo acompañé con un delicioso brownie. Luego, dos tazas de mate de coca para cerrar el día y descansar tranquilas. Gran ventaja la de nuestro hotel (una más) que cuenta con una estación de infusiones de servicio ilimitado, las 24 horas del día.  


Día 2: DOMINGO

Estuvimos despiertas, activadas y muy emocionadas desde las 6 a. m. para empezar nuestras rutas de paseo. Pasamos por el riquísimo y contundente desayuno buffet del hotel y partimos hacia la agencia porque nuestro tour empezaba 8 a. m. Nos gusta llegar con anticipación porque así tenemos opción de elegir las mejores ubicaciones en el bus.

Y así empezó el día. Nos enrumbamos en un largo y prometedor tour que contemplaba una parada para desayunar, la visita al bosque Titancayoc, Vilcashuamán, luego nueva parada para almorzar (ese día nos tocó una buena trucha frita) y, como cierre, degustación en una tienda de lácteos. Finalizamos a eso de las 7:30 p. m., ya de vuelta al hotel un poco cansadas pero felices de haber presenciado tanta belleza en paisajes (de lo mejor en Ayacucho, sin duda) que no nos cansamos de retratar y guardar en fotos y videos (por eso también corrimos al hotel, ¡nuestros celulares necesitaban carga urgente!)

Mi cena de esa noche fue un exquisito plato de alpaca saltada, acompañada de una copa de vino (sí, me hice la fina) y, de postre —infaltable, obviamente—, una porción de brownie, tal como la noche anterior. 

Sin duda alguna, lo más bello de este paseo fueron los paisajes; belleza sin comparación. Mi favorito fue el de Vilcashuamán por lo espectacular de sus colores cálidos alrededor.




Día 3: LUNES

El tour de ese día ya era más descansado. Por la mañana nos llevaron a conocer Wari y luego pasamos a un taller de artesanías en el que nos realizaron una pequeña demostración de cómo se elabora la cerámica. Ahí mismo tocaba almorzar así que esta vez decidimos hacer pedido para compartir entre las dos y armamos nuestro menú de trucha frita, puca picante —que es, básicamente, un guiso de papa aderezado con ají panca, entre otros condimentos, acompañado con chicharrón de chancho) y japchi —que es un licuado de queso fresco, muña, huacatay, cebolla, entre otras hierbas—. ¡Todo delicioso! Yo ya conocía la puca picante y el japchi porque mi exsuegra los preparaba a menudo y le salía buenazo, sobre todo el japchi. 

Acabado el almuerzo nos tocó conocer la Pampa de la Quinua, el escenario emblemático de la batalla que puso fin al dominio español en nuestro país: la batalla de Ayacucho.
Pasado eso fuimos también a la casa-museo de Joaquín López Antay, el creador de los hermosos y muy famosos retablos ayacuchanos. Luego, al mirador, a una casa de artesanías en piedra de Huamanga, a un taller de textiles y el trayecto finalizó a eso de las 7 p. m., con nosotras ya muy hambrientas, por lo que fuimos volando a buscar el siempre confiable pollito a la brasa.

Ya satisfechas, cerramos nuestro día en el lobby del hotel tomando mate de coca —como todas las noches—, reposando muy tranquilas, conversando y haciéndonos un poco de terapia (de la que siempre es necesaria entre amigas).



Día 4: MARTES

¡El día final de nuestro maravilloso viaje!

Como ya nos tocaba volver, decidimos aprovechar al máximo las horas antes de ir al aeropuerto.
Ese fue el día para ir de compras por la ciudad. Nuestra primera parada fue en el mercado de artesanos Hosaku Nagase, el que nos recomendaron por ser el que tenía mayor variedad de productos locales. Llevamos recuerditos y una que otra cosa para nosotras. Luego pasamos por el mercado principal para cerrar nuestras compras del viaje.
De todos los lugares que he visitado en Perú, Ayacucho tiene la más bella artesanía y textilería. Así que si les gusta mucho, les recomiendo que lleven un presupuesto destinado únicamente a eso.

Entre tanta caminata y shopping, caímos en cuenta de que era hora del almuerzo, así que nos fuimos a tomar nuestra última comida del viaje en nuestro cálido hotel. Esta vez, como despedida, elegí una deliciosa hamburguesa de alpaca acompañada de unos riquísimos helados artesanales de lúcuma y chocolate como postre. 
Disfrutando al máximo nuestros platillos nos quedamos conversando y haciendo sobremesa hasta que llegó a recogernos la movilidad para llevarnos al aeropuerto, cerrando así esta inolvidable experiencia. Con mucha pena y nostalgia adelantada nos despedimos de la increíblemente amable gente del hotel y dejamos tierras ayacuchanas con la firme idea de querer volver a seguir apreciándolas y disfrutándolas.

No hay duda de esto y lo firmo: Ayacucho es un lugar BELLÍSIMO y vale la pena dedicarle una buena cantidad de días para conocerlo y apreciarlo, contrario a lo que muchos dicen. Espero que, si aún no conocen, puedan estar ahí pronto. Sé que no se arrepentirán.

Mientras eso pasa, yo seguiré andando y conociendo rinconcitos del Perú y el mundo para generar más recuerdos hermosos y compartirlos con ustedes.


martes, 26 de junio de 2018

«Cusco de mis amores»


En abril viajé con mi amiga Patty a Cusco. Es la tercera vez que voy. Las anteriores fueron en los meses de septiembre y julio. Sin duda alguna, abril es un buen mes ya que no hace mucho frío y tampoco llueve tanto.
A pesar de haber ido tres veces, sigue habiendo infinidad de lugares que no conozco, así que seguiré yendo porque además, Cusco es de los destinos que no te aburren jamás. También he pensando que mi próximo viaje debería durar 15 días. ¡Quiero conocerlo todo! No sé si me alcance el tiempo pero al menos regresaré bien recargada de energía.

Quiero compartir con ustedes lo que hice en los 4 días que estuve ahí, por si también les toca un viaje cortito pero relajante.

Día 1: Jueves por la noche.
Lo primero que hicimos, después de dejar las maletas en el hotel, fue ir a cenar. Queríamos algo ligero por ser la primera noche, pero nuestro intento fracasó y caímos en Trattoria Adriano. Un lugar pequeño y acogedor. Nada elegante pero ¡la comida es buenísima!
Pedí una crema de champiñones y fettucinis a los 4 quesos. Pensé que no acabaría -porque nunca como entrada-, pero de solo pensar que me iba a arrepentir por no acabar, acabé.
Luego fuimos a pasear por la plaza y nos encontramos con un colorido ensayo de bailes típicos. Nos acercamos y nos contaron que al día siguiente tenían una gran ceremonia.

Día 2: Viernes.
Despertamos temprano porque queríamos hacer un tour a algún lugar que ninguna conociera, pero tuvimos que cambiar los planes por completo. Para casi todos los tours o visitas por cuenta propia, es imprescindible comprar un cartón que tiene entradas a varios sitios arqueológicos. Con el de S/70 tienes acceso a muchos lugares donde, así llegues por tu cuenta, igual te lo pedirán. Nosotras compramos el de S/40, que te permite el ingreso a una cantidad limitada de lugares, dentro de ellos: Chinchero.
No íbamos a tener tiempo de ir a otros lugares, así que nos convino ese cartón. 
Chinchero ya lo había visitado las dos veces que fui, pero sin duda alguna, es mi lugar favorito del mundo. De lo poquito que conozco del mundo. Felizmente pude convencer a Patty de ir ahí.

Fuimos acompañadas de Elvis, nuestro buen guía. Él nos cobró a cada una S/20 por sus servicios. Fuimos en micro y al llegar, lo primero que hicimos, antes de subir, fue comer el tradicional choclo con queso con su ají de huacatay. ¡Como ese choclo, ninguno!
Llegamos a Chinchero y recorrimos el pueblo. Entramos a la Iglesia y caminamos por todo el campo. Ahí conocimos de árboles, plantas medicinales y leyendas. Al final terminamos echados, descansando entre toda esa paz e inmensidad infinita. Mi tercera vez en Chinchero y cada vez es diferente. Finalmente regresamos en colectivo.
La compañía de Elvis fue lo máximo. Ya les dejo el dato al pie del post por si se animan a llamarlo. 

Regresamos justo para la hora de almuerzo, y como ya estábamos famélicas -y con una apuesta encima-, aprovechamos -o aproveché- y entramos a “Papacho’s”. Hasta el momento nada típico mas que el choclo, ¿no?

Por la tarde fuimos a hacer un tour al Hotel Marriott. Un amigo que vive en Cusco, y que trabaja en el Marriott, me pasó el dato de que todos los días, a las 6 p.m., hacen un tour por las instalaciones del hotel, ya que fue un monasterio importante en su época, y adentro aún se conservan paredes y vestigios de aquel entonces. 
Luego, con otro amigo que también vive y trabaja allá, nos fuimos a “La Casa del Pisco”. Un lindo lugar con unos tragos buenísimos. Fue una linda noche de compartir, recordar y de risas.

                                          Chinchero. 
                                          Chinchero.
                                          Chinchero.

Día 3: Sábado. 
Llegó el día esperado, y por lo que realmente fuimos a Cusco: nuestra visita a “Winicunca” o “Montaña de siete colores”.
La movilidad nos recogió a las 3:30 a.m. del hotel y llegamos a las 7 a.m. para tomar desayuno.
El tour nos costó S/80. Es lo más económico que pudimos encontrar ya que en ninguna agencia bajaba de S/100. Todo estaba incluido (desayuno y almuerzo) menos el alquiler del caballo para ir y volver de la montaña. Si deseas que solo te suba, cuesta S/60, y si deseas que también te baje, S/90.
Si sufren de la columna, rodillas, asma o de algo en general, no se confíen pensando en que solo la subida es dura porque la bajada también lo es. La columna me quedó doliendo unas dos semanas. 
Después de desayunar nos fuimos con destino a Winicunca. El paisaje, como era de esperarse, es espectacular. ¡Qué hermoso es nuestro Perú! 
Después de hora y media a caballo, llegamos. Si vas a pie, son 3 horas aproximadamente. El caballo no te deja en la cima; hay que caminar unos 20 minutos más, aproximadamente. 
La recompensa es ¡increíble! El paisaje, los colores, la inmensidad. ¡Todo! 
Si quieres tomar fotos como esas de Instagram, Facebook y demás redes sociales, debes subir al mirador que está a unos 15 minutos más. En total se sube a más de 5000 m.s.n.m. y no nos dejan estar más de media hora en el lugar.
Tuvimos suerte de que salga el sol, pero de todas formas hay que ir súper abrigados.
Para el almuerzo nos sorprendieron con un buffet reparador. 
Llegamos a la ciudad del Cusco alrededor de las 8 p.m. y moríamos de hambre. Sin fuerzas para nada y mucho menos para pensar, cenamos en la misma trattoria de la primera noche. Por supuesto, no hubo pierde. 

                                          Camino a Winicunca.
                                          Montaña de los siete colores.

Día 4: Domingo.
Solo teníamos media mañana, porque debíamos estar en el aeropuerto al medio día, así que el tiempo nos alcanzó para tomar un exquisito desayuno buffet en el Hotel Marriott, pasear un poco por la plaza, tomar algunas fotos e ir al mercado por café y recuerdos. 

Fueron 4 días que no alcanzaron para visitar muchos lugares pero que fueron suficientes para desconectarnos y recargarnos de esa buena vibra y energía tan especial que solo el viajar nos da. 

Aquí les dejo el dato del hotel y guía:

  • Hotel Casa Campesina. Súper cerca de la plaza, bonito, limpio, con desayuno buffet, personal súper amable, no se siente frío en las habitadas y nos costó por noche $25.
          http://www.hotelescbc-cusco.com/casacam/ 

  • Elvis Marín.
          Guía oficial.
          948031340 / 953410731

                                          Plaza de Armas de Cusco.